jueves, 30 de agosto de 2007

Remordimientos

Los exámenes me han empujado a no escribir en las últimas semanas. Ando un poco estresado entre los estudios, el trabajo, Álvaro que últimamente parece un zombi y, como no, Víctor.

El otro día estábamos cenando juntos sin hablar mucho, como solemos hacer últimamente, con las miradas fijas en la pantalla de la televisión y el pensamiento en algún punto indeterminado y equidistante. Entonces, de repente, Víctor abandonó el tenedor sobre el plato emitiendo un sonido hueco y me soltó un solemne “tengo que hablar contigo”.

La tranquilidad aparente de la situación se desvaneció. Un nerviosismo se alojó en mi estómago y, soltando yo también mi cubierto, lo miré fijamente y asentí con la cabeza. Durante algunas décimas de segundo imaginé que me iba a dejar. El "tenemos que hablar" siempre me ha sonado a algo demasiado serio e inevitable, un cataclismo emocional inminente. Tampoco me habría extrañado teniendo en cuenta que mantenemos por inercia una situación poco satisfactoria para ambos. Sin embargo, aunque por mis palabras pueda parecer que no me habría importado, sentí un dolor profundo. Una espina que se removía.

Debo reconocer que si me hubiera dejado me habría dolido. Pero también habría hecho explotar una situación insostenible y que un día de estos reventará. Lo sé porque lo siento, aunque pretenda mirar hacia otro lado para no darme cuenta de lo que realmente se oculta detrás de nuestros silencios.

Víctor me pidió que viviera con él. Cuando lo hizo sentí un alivio enorme, pero también una sorpresa permanente que todavía debe plasmarse en mi rostro. Con la boca semiabierta escuché la exposición de sus razones. Lo hizo de manera académica, poco pasional, como si estuviera asustado de mi posible reacción y no muy seguro de su petición. Había imaginado que un momento tan importante sería más romántico. Pero no lo fue. Cuando terminó volvió a coger el cubierto, ofreciendo una falsa impresión de que no había pasado nada durante aquellos intensos minutos.

Le besé. Pero le dije que me parecía precipitado, que, tal vez, deberíamos esperar un poco más a estar los dos mejor. No porque me parezca que llevamos poco tiempo juntos, que eso es una tontería. Más bien era que yo no estaba seguro de querer compartir mi vida con una persona y muchos menos con él.

Sé que es justo lo que debería hacer, pero hay algo dentro de mí que me grita que no lo haga. Creo que he tomado la decisión correcta, pero entonces ¿por qué me siento tan culpable?
Álvaro no es el único que tiene remordimientos.

4 comentarios:

Álvaro dijo...

A Víctor le gustaría vivir contigo, casarse (él con un vestido de Carolina Herrera novias)y, si por él fuera, adoptar una chinita; es tan... cómotienenqueserlascosas que aburre. Pero es muy majo (por si algún día descubre esto).

Anónimo dijo...

Um! Que mala pinta tiene eso, Gabi… si no te ape vivir con él, déjalo… El momento no parece muy romantico pero lo que te propone quiere decir mucho…. y de los remordimientos pues, no se… mejor no hablar, claro. Jaja. Bezos.

QuijoteExiliado dijo...

Sí no estás seguro es mejor no dar el paso.
Porque la conviviencia quema mucho y salen a la luz muchas cosas. además al vivir juntos pierdes ese refugio q tenías antes y donde podías ir y estar sólo cuando te apetecía u os peleabais: tu casa.

Así q yo lo intentaría cuando estuvieran mejor las cosas, pero primero viviendo juntos pero teniendo cada uno su casa. Y si luego hay problemas pues tú a la tuya y yo a la mía

O por lo menos yo lo haría así

Besos y ya nos cuentas como acaba la cosa

Jose Antonio Vallejo Serrano dijo...

No sueltes a tu pareja, amárrale lo más fuerte que puedas!!!